jueves, 26 de noviembre de 2009

No me persigas hasta mañana



-->

La satisfacción de mi rostro no es del todo verdadera. Ya me he cansado tanto de simular que lo sigo haciendo, atento a cualquier similitud con la realidad mastico bronca de tanto ceder. Lo que antes era una gracia, ahora es trágico; pasó a tener un color gris opaco nebuloso. No me puedo bancar las situaciones que me vuelven sumamente pudoroso. Emprendí entonces un viaje por el infinito. ¿Qué es el infinito? No lo sé. Por eso intento descubrirlo de alguna manera. Una vez Tango me dijo que me iba a comunicar con el hombre de cristal allí. Un desvío de mi locura me hizo ver que podía ser real, que quizás el hombre de cristal fuese la mujer de mi vida, o un amigo que extiende sus brazos para atajar mi tristeza de vez en cuando, o la mejor música que jamás haya oído.


Pero simulé viajar sin maquillaje esta vez. Supe que el trayecto no iba a ser fácil, cuántas rocas podría haber en el camino, cuántas imágenes se iban a trenzar desmejorando mi calidad intuitiva, cuántos paisajes más iba a desconocer. Son tantas las preguntas que no me sirve mi apunte callejero.


Armé el bolso con un par de cosas interesantes: algunos discos, otros libros, unos cuantos atados de cigarros, alguna botella y otros artefactos. El boleto lo había sacado hace un tiempito, no sé cuanto me salió. Recuerdo el día. Fui hasta la terminal de ómnibus, allí me acerqué hasta la ventanilla donde vendían los pasajes. No había nadie. Traté de meter mi cabeza como espiando dentro de la casucha donde rentan los tickets y deslicé un leve silbido. En el medio del soplo alguien asomaba. Me preguntó: ¿Qué desea? Un pasaje directo al infinito, contesté.


Creo (no me acuerdo, ya lo dije) que me costó unos cien mangos. La fecha de salida era para la semana próxima.


Es cierto, no hay motivo por el que emprendo el viaje. Tal vez lo desconocido sea muy excitante para mi. Ya me ha cansado la rutina de amar tanto a tantas. La soledad, a veces, es mi más útil compañera. Suena todo muy trillado pero es mi verdad, así de simple, aunque Nietzsche se haya preguntado alguna vez si la verdad simple no era una mentira duplicada; tal vez sea cierto, tal vez por eso me vaya hacia el infinito. No puedo soportar el misterio que envuelve tus penas, por eso quiero descubrir lo no conocido en este éxodo. Es eso lo que me excita, tratar de descubrir lo que no existe. Es un mambo importante pero voy a empezar por atar algunos cabos. Así es que frases como: Te amo hasta el infinito o tal vez te ame en el infinito; hayan sido detonadores para este emprendimiento. Entonces, me fui. Después te contaré lo que hay aquí.