domingo, 14 de noviembre de 2010

El mar de Maribel



I


Alojada sobre la arena le resultaba un poco difícil no sentirse un tanto mareada. Trataba de pensar un poco menos, de satisfacerse sola por un momento, de girar su cabeza sobre sí, de parlar de a ratos con la biósfera. Su envoltura era de una gran beldad pero no se confiaba de su ser, no proponía seguridad en sus pasos y se dilataban sus pupilas con eterna facilidad. Desde hace un tiempo se le ha puesto brava la cosa, de caminatas solitarias por las noches, de drogas duras por el día. ¿Quién le dirá no a Zeus? Ella se atrevería, no sabría si en ese momento, pero allí en la arena empezaba a traficar sueños. Esos sueños que la agasajaban con dulzura, a veces convertidos en pesadillas, en enteras alucinaciones de un altar de rosas. Y en el presente se diluía en gotas de mar, en lágrimas que quemaban la playa, en una blanca promesa por dentro de sus narices, en jeringas resolutas de un placer momentáneo. Era una de esas chicas a la que le costaba centrarse en un solo camino, el de amar y dejarse amar. Las flores que ha puesto en su destino no tenían el cantar de la jungla, sus devotos ya no la pronunciaban como la bella que algún día supo ser. Ahora estaba en veremos la continuación de su periplo, de su encanto borracho, de sus agónicas conquistas. Pero quién le quitaba lo bailado, lo trasnochado, las pequeñas delicias de su angosta vida, aquella de boliches secos, de bares muertos, de amigos que ya no están. Y caminar solo por utopía, de saber que nunca logrará su cometido, su destino marcado le fastidiaba al contarlo, al no hacerse cargo de sus naipes, de sus contiendas y sus fracasos. Maribel juntaba sus cosas y las ponía dentro de su bolso, ese que estaba lleno de cosas insignificantes pero traía consigo también algunos libros, algunos cassettes de su juventud. Y así le pintaba la vida, sola siempre junto al mar. Allá por Barcelona. Estando lejos de su adolescencia prefirió hundir sus votos en la Europa alejada. Pero por entonces había llegado el momento en que lo iba a hacer. Tanto tiempo meditando para llegar a su fin. Porque el destino estaba marcado por ella. No por Dios. Ella solía bromear todo el tiempo. Nosotros pensamos que era juego cuando nos dijo que se iba a España.

-Me voy a la mierda, me dijo un día.

-La mierda está por todos lados, le dije.

-Ya lo sé, pero me voy a Europa.

-¿A qué?

-A estar sola. Aquí no me siento bien. No consigo lidiar con todo lo que me rodea. Estoy enamorada de vos pero aterrada de la vida. Quisiera poder ser más clara pero no puedo. Te pido que me entiendas.

-No puedo entenderte. Quiero ir con vos pero mis humos no me dejarían. Además, la odisea no es para mí. No tengo tanta sed de mar. Quedate acá por favor.

-Ya lo decidí, me voy en una semana.

-…..

-Lo sé. Es muy pronto, te pido que me ames en tu recuerdo, muy pronto nos volveremos a juntar, te lo prometo.

Entonces ella se fue. Y ahora allí. Lo volvió a pensar. Uno y mil puchos más. Y por fin lo decidió.

Se sacó la ropa. Era de madrugada. Apagó su último cigarro sobre la arena. Se puso un poco nerviosa, soltó su larga cabellera y respiró profundamente. Allí se adelantó unos pasos, miró al cielo y le hizo un gesto de cariño a la luna triste. El agua ya le tocaba los tobillos, se agachó y se mojó la cara, tuvo sexo con el mar por un minuto, ya estaba humedecida por la natura del aire. Enfrentó la densidad de la tempestad y se abrazó con Poseidón. Ahora dejaba de respirar. Su alma estaba en otro lugar, su cuerpo inmueble. De pasada juntó unos versos de Alfonsina. Su destino ya estaba marcado.

II
La voluntad de quien vive sin ritmo su vida es dependiente de otro. No se mueve por sí mismo sino que la masa cósmica lo va trasladando de un lugar a otro para depositarlo, a veces, en lugares en los que no ha deseado estar. Entonces, ante la aventura de presenciar lo desconocido, el ser va mutando de formas hasta adaptarse a lo necesario, a lo que ya tiene dominado, a lo que le gusta, a lo que lo mantiene con vida dentro de su alma. Todo aquello que comienza con buenaventura tiende a terminar mal, según mi punto de vista. La lucha constante es lo que nos moviliza a seguir. Cuando el mar está calmo sabemos que no corremos peligro, salvo que nos metamos un poco más en lo profundo. Pero qué es lo que nos asusta. Y bueno, en realidad, es no saber que tan profundo es ese mar, si tenemos los pies en el aire no vamos a poder controlar nuestros movimientos, y allí aparece el miedo. La adrenalina del miedo, aunque no lo deseamos terminamos disfrutando de ese malestar. Dicho esto, desde una mirada sumamente optimista y, a no equivocarse, no es de masoquista sino más bien de encarar lo malo con una luz de esperanza. De contraria manera podríamos caer en la trampa de la tristeza, esa que no nos deja progresar, que nos ata de pies y manos para que no podamos caminar, la mala tristeza.



-¿desde cuándo pensás así vos eh?, me increpó Josefina.

-que sé yo, a uno se le van piantando los sentimientos

- vos estás fumando mucho porro

- sí, pero una cosa no quita la otra. Es decir, vos me podés observar de una manera que a mí no me agrade pero yo tengo que respetar tu postura siempre y cuando me fundamentes ese pensamiento.

- te has vuelto muy racional

- no es eso, es que simplemente estoy un poco cansado de las palabras soltadas al aire. Lo que pasa que hablar no sale plata, entonces todos tienen el derecho de opinar sobre cualquier cosa, ojo, eso no está mal, pero te vuelvo a decir que no es bueno que se ensucié a alguien o a algo así porque sí.

- estoy de acuerdo con vos, pero todo el tema de la tristeza positiva… ¿qué mierda es eso? La tristeza es eso y nada más, punto. Estás mal, hecho pedazos y que le ves de bueno a eso.

-lo que pasa es que lo veo como algo necesario. Es un episodio más en la vida de una persona. Forma parte de la experiencia, para que no te agarre desprevenido, de tener las fuerzas para seguir. Creo que es necesaria, como ya te dije. Desde ese punto lo veo positivo, hace un tiempo que decidí encarar las cosas de ese modo.

-ok, ¿traigo otra cerveza?

-sí, después nos podríamos encamar.

-¿trajiste forros?

-no

-entonces jodete porque ni en pedo.

- vos también.

Ahí nomás nos quedamos mutilando un par de discos en la antigua caja musical de mi abuela. Siguiendo el debate por el lado de la muerte.

III
Europa le sentaba bien a Maribel. Caminaba todo el tiempo por el centro de la Barcelona turística en verano, paseaba extrañando el ocio de sus días en el departamento de Balvanera. Ella pensaba que el café era más rico acá en Argentina, cerca del río. En aquellos tiempos había descubierto su pasión por la fotografía y por la literatura. Esa de lectora inalcanzable y de poeta frustrada, su traje olía a perfume caro, siempre en plan hippie moderna, trataba de analizar la mente de las personas contrarrestándolas con la de los animales. Las discusiones salían a cada rato.



- los animales pueden pensar, de hecho lo hacen y muy bien, pero no tienen la capacidad de expresarlo.

- Dejate de joder, los animales se mueven por intuición, tienen ese instinto que les permite sobrevivir dentro de algún hábitat, pero fuera de él se mueren.

- No es así, hay animales que viven en cualquier lugar

- ¿Un oso puede vivir dentro del agua? No, lo mismo pasa con un tiburón en la tierra

- Si, pero el humano tampoco puede vivir en el agua

- Ya lo sé, vos sos la que plantea cosas raras. Igual te fuiste de tema porque hablábamos de que si pueden pensar o no.

- sí, fijate que pasa por la atención que él animal desarrolla. Por ejemplo, si una rata, viviendo con otras, observa que algo que comió otra rata le cayó mal, no va a ir a comer lo mismo. Y eso por qué, pues, muy bien, porque desarrolla un pensamiento, no va a caer en lo mismo. Y es allí en donde somos iguales. La experiencia nos va formando tanto a nosotros como a los animales. Entonces todos los seres vivos debemos pasar por todas las experiencias posibles para no caer en el mismo error, comprendés

- sí, puede ser pero me parece una huevada eso de comparar a los animales con los humanos.

- tenés miedo de que te deje por un perrito

- bueh….



Maribel jugaba a ser una chica a la que no le importaba la relación formal con alguien. Ella aseguraba que su libertad no tenía límites, hacía lo que quería con su mente y su cuerpo, y que así lograría el equilibrio espiritual que ansiaba hace rato. A mí me parecía una estupidez pero no tenía mayores problemas con eso. Las cosas andaban bien, de vez en cuando el hechizo se apagaba y no nos veíamos por unos días. Yo me curtía a otras y ella salía con otros, pero cuando hacíamos el amor era porque estábamos juntos, para los demás era solo un polvo. Las fotografías que ella sacaba de los paisajes que recorría las pegaba todas en su armario grande. Se quedaba por horas observándolas porque ese momento era único para ella, cada vez que miraba una imagen se trasladaba al momento justo en que apretaba el gatillo mágico. Entonces, para ella, era como hacer una especie de catarsis de lugares. No quería estar solamente en un lugar sino que deseaba, de un solo aventón, poder recorrer todos los terrenos a la vez, a través de sus fotos. Esas imágenes que la mantenían viva, que la hacían sentir más fuerte ante tanta injusticia que para ella era la vida. Le costaba tener que respirar siempre, en toda hora. La rutina la había puesto en una situación incómoda. Hubo un tiempo en el que Maribel se quejaba de todo, de los amigos, del gobierno, del supermercado, de las drogas, de los vinilos, de todo.



- pasame a buscar en una hora

Fuimos caminando a Plaza Francia. Llevábamos una linda tela, una especie de alfombra, que la depositábamos sobre el verde del césped de la plaza. Cargábamos de agua y furia un termo para el mate, también alguna que otra flor para convertirla en humo. Ese humo que por un instante te hace olvidar lo amargo que suele ser el aire a veces. De esta forma, hasta la nariz disfruta de ese dulce aroma que nos dan las bocanadas de la naturaleza.



- Empecé a leer un libro sumamente raro. La conjura de los necios se llama.

- Toole

- ¿lo conocés?

- sí, el loco se mató antes de que le publiquen la novela porque pensaba que iba a ser un fracasado y después la mamá lo pudo editar y ganó un montón de premios.

-pobre tipo

- sí

- sabés que no encuentro el disco de Miles Davis en vivo en San Francisco

- lo tengo yo.

- sos un tonto, nunca me dijiste.

- pero me lo diste hace unos días nomás, mañana te lo doy

- más te vale, sino te voy a dar un par de piñas para que aprendas.

- que carácter. Te lo devuelvo mañana no te preocupes.

-¿le pongo azúcar?

- que pregunta estúpida… hace cuánto que nos conocemos, sabés que le pongo azúcar a todo. No me pasa el mate amargo.

- ahora sos vos el que te enojas

- no me gusta contestar pavadas.



Así podíamos pasar horas y horas, ese era el modo en que nos amábamos. Y estaba todo bien. Su atrincherada silueta me volvía, especialmente, un tonto. En realidad, la primera vez que la vi, quise que fuese mía solo para revolcarme en su cama. Más tarde supe que me había enamorado de toda su persona. Creo, más que nada, que me enamoré de su locura, de nuestras conversaciones inconclusas, de nuestros puchos compartidos, de nuestras lecturas nocturnas, de nuestra rebeldía inconsciente de dos jóvenes que no queríamos atarnos a nada.

El eterno vuelo de las golondrinas, cerca del atardecer, me hace pensar en tantas tardes armoniosas en la que uno disfruta la soledad. Aquellas son inalcanzables, como un solo de guitarra de May, como Rayuela, como Maribel. Ya no me urge la memoria para recordar todas las veces que mis brazos la abrazaron cuando ella lloraba. Sin embrago, padecía de una sonrisa inimaginable a estas alturas. Creo que, finalmente, ella no se sintió nunca libre.

martes, 9 de noviembre de 2010

Distintos pensamientos acerca de la muerte


Es extraño el sentimiento que tengo cuando me toca encarar el tema de la muerte. Esa cosa que a veces sentimos como la desdicha del ser humano, eso que nos hace sentir mal cuando dormimos, cuando soñamos pesadillas, cuando nos caemos de la cama, cuando escribimos cosas oscuras, cuando sentimos que el amor se aleja, es decir, cuando vemos que la parca anda rondando cerca. Nos pone mal, realmente muy mal. Podemos ver que nos trae muchas dudas el tema de la muerte, a veces, solemos preguntarnos cómo será, cuándo vendrá, si al morir iremos al cielo, al infierno, o a algún otro lugar en el Cosmos. Cuando la muerte pasa por al lado nuestro nos asusta, cuando vemos caer a nuestros abuelos, a nuestros viejos, a nuestros amigos, a nuestros compañeros, dejamos entrever una sensación de malestar; de enojo con esta vida porque sabemos que al final del camino está la muerte, esperando ansiosa para llevarnos a lo desconocido. A veces (y esta es una consideración personal) se me da la tierna semblanza de pensar que cuando yo me muera me juntaré con todos aquellos que ya no están vivos físicamente y que cuando estaban aquí con nosotros los hemos querido tanto que no soportamos esperar morir para encontrarnos de nuevo. Esa prosa encantadora del dolor aparece con la muerte también. Algunos aseguran, no sé cómo pero lo aseguran, que unos segundos antes de morir se te aparecen en forma de película todas las imágenes de tu vida por delante de tu rostro, como una proyección; algo tremendamente Calderoniano. Eso no lo sabré hasta unos momentos antes de morir, y eso no se lo podré contar a nadie porque ya estaré en otro lugar ¿no?

Existe toda una parafernalia acerca de este tema, tan contradictorio como apasionante también. Lo cierto es que nadie puede saber cuantas verdades o mitos hay acerca de la muerte. Cuando se representa en las historietas o en los rodajes fílmicos, podemos ver que la parca es representada por alguien que está vestido de negro, cual monje Smithiano, que lleva una guadaña en sus manos y que está dispuesto a arrebatarte de este mundo a cualquier precio. Yo, de todas formas, trato de darle una figura más poética al asunto, pienso, dentro de mí, que cuando la muerte se me presente, va a venir encarnada en una guitarra, que el mismo Jimi Hendrix me va a venir a buscar, no sé, cosas de delirio; quizás sea algo más fácil de afrontar si es así. No lo sé.

Quiero decir que la muerte me ha tocado de cerca dos veces en tan solo dos semanas. Y en las dos veces tuve dos sensaciones totalmente diferentes.

La primera fue cuando se murió Néstor Kirchner, que como todo amigo lector sabe fue (y lo seguirá siendo, es en vano el pretérito) el referente político más importante que he tenido (tengo y tendré) en mi corta pero intensa vida. He puesto de manifiesto mis sensaciones ante terrible hecho. Expuse todo mi malestar acerca del deceso de nuestro querido conductor, de nuestro líder. He tratado de encontrar respuestas en todos lados, he puteado a la muerte, a la vida, a todos.

Finalmente, decidí que debía seguir adelante por todo lo que él nos había dejado, por los compañeros, por este proyecto de país tan hermoso que nos legó.

Ahora bien, la muerte otra vez acechó por aquí pero de una manera distinta.

El que dejó de existir fue el Hijo de Re Mil Puta (así con mayúscula) de Massera. Y la verdad, amigos, es que me siento de otra manera. Sé, que no llegó a pagar todos los crímenes que cometió estando vivo el sorete, eso lo tengo claro. No hubo tiempo a pesar de los esfuerzos de este gobierno que trató (y trata) por todos los medios de hacer justicia, como el mismo Néstor lo dijo en la Esma, no con el rencor y el odio, sino con el amor que las Abuelas y las Madres siempre siguieron su lucha, buscando a sus Hijos y a sus Nietos desaparecidos. No hubo tiempo. Es así. Pero estoy tranquilo. Estoy tranquilo porque estés donde estés Hijo de Re Mil Puta; Néstor te va a ir a buscar y te va a ir a re cagar a trompadas forro, en nombre de todos. Y entonces allí, allí va a existir la justicia divina.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Una discusión


Mientras Elena jugaba en la cocina, la tía Marta cocinaba algo que olía muy bien.
De todos los presentes nadie se daba cuenta como hacían los reyes para conservar su corona en la solapa, una mitología rara, de esas que no se encuentran en los libros, sonaba muy ligeramente en mi cabeza. Aquel diálogo con José me había trastornado un poco, yo aseguraba que la historia de la colonización de Colón en su primer viaje a Guanahani fue el hecho genocida más importante de los primeros tiempos mientras que él aseguraba que lo de Cortés en México había sido peor. Yo no estaba empecinado en negar la realidad de los hechos que José me relataba, simplemente pensaba que Colón era un tanto más cruel, lo que no quitaba que el otro (aquel asesino del pueblo maya) fuese un tirano, corrupto, violador y muchas otras cosas más. Creo que ellos dos se hubiesen sentido bien en este instante sabiendo que José y yo estábamos poniéndonos mal porque no nos asentábamos de acuerdo acerca de las barbaridades de estos tipos nefastos. Recurrimos a ciertos libros para repasar los relatos que sin pudor dejaron por escrito los colonizadores. Los dos nos abrazamos con razón.

jueves, 21 de octubre de 2010

Bonham era peronista





Esto me lo contó una vez mi bisabuela materna. Una mujer que a su acrecentada edad demostraba una cultura y un dialecto extrañamente moderno. Ella era más devota de Evita que de el General pero era peronista al fin. Yo, por ese entonces, tendría unos cuatro o cinco años. Para esa época yo ya tenía muy desarrollada la memoria. Mis padres se sorprendían por el poder de retenimiento que yo poseía a tan corta edad. Sin más, me acordaba de todas las fechas de los cumpleaños de mis parientes. Realmente era algo asombroso.

En una de las tantas tardes que solía compartir con Gumersinda (así se llamaba mi bisabuela), mientras me sentaba en su falda a mirar La aldea de los pitufos (más tarde me enteraría de que eran todos narcos y que Pitufina se prostituía), se despachó con esta increíble historia.



-Estebita, te voy a contar algo que nadie sabe pero es real.



Yo miraba atónito (recuerdo) el rostro de aquella avejentada mujer, sus arrugas me indicaban que su relato sería verosímil, ya que yo pensaba que las arrugas iban de la mano de la experiencia y, a su vez, de la verdad. Esa tarde hacía mucho calor, mis calzones de goma se me pegaban a las mejillas del culo como ratón al queso, ciertamente la pasaba muy mal en esa época, como ya dije antes mi memoria se desarrollaba a un nivel superlativo pero todavía me cagaba en los pantalones. El equilibrio a veces se pierde o no se encuentra. Mi bisabuela era una mezcla de Tita Merello cuando era personificada por Sapag y de Juan Berdaguer en su plenitud. Raro amasijo el de la naturaleza allí.



-Antes de comenzar necesito mostrarte algunas cosas, me dijo.



Ahí nomás peló un par de cassettes VHS. Al segundo se largó a poner el primero en la casetera. Recuerdo que las imágenes iban de aquí para allá, todas en blanco y negro. En un momento, recuerdo, señalé la pantalla y dije algo.



- Esa persona que ves ahí es Eva Duarte de Perón, la abanderada de los humildes, la salvadora del pueblo, la guía de los desamparados. El señor que está a su lado es Juan Domingo Perón, su esposo; presidente de la República Argentina durante los mejores años de este país, gracias a él y a su esposa los trabajadores argentinos tuvieron, por primera vez, un lugar de privilegio en la sociedad argentina.



La vieja me decía esas cosas y yo no entendía un pomelo, pero bueno a mí me gustaba verla sonreír. Además, cuando se le estiraba la cara parecía más joven y yo sentía que podía llegar a estar más tiempo con ella si lograba ser como Dorian Grey. Porque para ese tiempo yo asimilaba la juventud con la vida y la vejez con la muerte. Cosas al pasar.

Luego de mirar un video que duraba alrededor de una hora sobre peronismo, sacó otro cassette de su viejo bolso. Qué será ahora, me pregunté por dentro de mí. Se levantó de su cómodo asiento, sin antes dejarme a mí en el suelo para que me sentara a esperarla mientras ella ponía el otro tape.



Me sorprendí mucho cuando comenzó a rodar la cinta. En el rodaje había cuatro tipos desaforados, todos de pelo largo, tocando música.



- ¿Te gusta esto, verdad Estebita? Esta es la mejor banda de la historia de la música, esto es el verdadero rock and roll. La banda se llama Led Zeppelin. Observá bien como tocan estos grandes músicos,(mientras meneaba la cabeza de un lado al otro).



En aquel instante pensé que a mi pobre bisabuela le había dado un ataque epiléptico.



- El que está sentado en el fondo, me dijo, es el baterista John Bonham, algunos lo llaman Bonzo, otros Johnny simplemente. Era el mejor en su rubro. Pero sabés qué es lo más, que era peronista. Ahí aparece la historia que te quiero narrar.

Allí nomás se largo a contar Gumersinda.

- Todo esto sucedió en el año 70. Por ese entonces, el General estaba exiliado en España y el peronismo estaba proscripto en el país. Estaban los milicos en el poder, flor de hijoeputas esos gorilones. En ese año Zeppelin había publicado su tercera placa o LP, que se llamaba simplemente III. Había un tema que se llamaba Mandarina, muy hermoso que se lo traduje al español a tu bisabuelo Domingo. El grupo andaba de gira por toda Europa y había vendido muchas copias. Ya era conocido por todo el mundo. No va la casualidad que los cuatro integrantes se hospedaron en el mismo hotel que Perón en España. El mundo es un pañuelo eh. En uno de esos arranques que le daban a Bonzo por quedarse largos ratos codeando una barra ajena se lo cruza a nuestro Juan. El General se sentó al lado del gran baterista. Lo notó un poco pálido. Le habló por unos momentos. Bonzo alzó su mirada y le dijo “thank you”, allí Juan se percató de que aquel tipo era inglés, entonces le dijo algunas cosas en aquel idioma. Al otro día, se encontraron en el hall del hotel y Bonham le pidió una foto. El General aceptó gustosamente. Desde allí, entablaron mediante correo una amistad entrañable. Nadie sabe, tampoco, que Bonzo la única vez que visitó nuestro país fue en el funeral de Perón. John murió unos años más tarde que el General; en unos de sus últimos shows Bonzo le dedicó un solo tremendo de batería a Perón, ante la sorprendida mirada de Plant, que nunca lo había escuchado tocar tan bien como aquella noche.
Bueno amigos, es así como el inglés fue peronista, y es allí mi fanatismo por Zeppelin y mi militancia en el peronismo. Gracias Gumersinda por ese hermoso día.





martes, 19 de octubre de 2010

Yo sólo estoy mirando las ruedas girar


A ver. Discusiones acerca de los lugares que debemos ir para morir tranquilos antes de que un sopetón nos encuentre. Si, mejor vamos para el Sur. Me gusta poner el Sur con mayúscula, no así tanto el norte. Porque norte con mayúscula se parece más al supermercado que a la región. Ni siquiera sé si sigue existiendo la cadena de comercios pero no importa sigamos de esta manera. Prosigamos. Lista de discos a escuchar en el auto mientras emprendemos la aventura. (Por orden de importancia) :

- Fantasía Doble de John Lennon

- IV de Led Zeppelin

- Canción Animal de Soda

- Superficies de placer de Virus

- El lado oscuro de la luna de Floyd

- Galore de The Cure

- After Chabón de Sumo

- Et nada de Miguel Abuelo

- Artaud de Spinetta

Seguiría con recopilaciones de Pearl Jam, The Smiths (para cuando nos pongamos melosos), Brandon Flowers (otro disco como para coger a rajatabla), y se me vuelve interminable la cuestión musical.

Libros tan solo dos:

Escritos de un viejo indecente de Bukowski

En el camino de Kerouac

La comida no importa mucho, iremos comprando en el rodaje, yerbas varias, termo, lapicera y papel por si me surge la inspiración.

La guitarra la voy a llevar por las dudas, no creo que pase pero si tengo que levantar alguna cuestión siempre es lindo que alguien rasgueé algún sonidillo conocido. La fecha sería para los primeros días de Enero, pleno verano pero voy para el Sur así me cago de frío y encuentro una excusa más para tomarme de una la petaquita que me quedó de algún viernes en el coche.

Los cigarros los llevo yo así no me desgasta la infortuna de bajar en cada kiosco porque me quedé sin puchos. Me cargo un cartonucho de Gitanes. Necesito pedir prestado una valija bastante grande porque me gusta llevar mucha ropa. Al pedo. Siempre termino usando tres remeras y el mismo pantalón de siempre.

Ah, la guita. Cuánta me hará falta. Se verá después. Espero ansioso que alguien me pueda acompañar.

domingo, 18 de julio de 2010

Oda blanca




No asustás tanto como antes. Es como verlo dentro de mi memoria, cuando recorro aquellos pasillos me encuentro disperso un poco y lucho aún más contra mis recuerdos. Dar vueltas sobre mí me ha hecho recurrir a los problemas que salen cuando, sin sentido, pienso en las circunstancias que nos llevaron a estar lejos. Ya, desde el vamos, profanábamos diferentes ideologías, no es casualidad que a mi no me joda la ropa tirada en el piso del living. En contraria posición quedábamos en la cama cuando deliberábamos acerca de lo que es la libertad. Así, todo a la ligera. Si el progreso para vos era solo un boliche bailable y para mi era una forma de vida, cómo no me di cuenta que íbamos por caminos diferentes, que las veredas no se iban a cruzar, aunque tantas veces me haya estirado para alcanzar tus manos o tu boca o tus comisuras o tus olvidos.

Ahora, las imágenes se me esfuman, la energía suma desde otro lado, van sumergiéndose las cartas que me escribías en aquella chimenea que se regodea de fuego. Desde luego, que ahora estoy con bronca, pero no es resentimiento, porque en este momento las cosas van saliendo como las predije en aquel tiempo, he curtido la siembra de la locura por muchos instantes, cuando ya no sabía si el espejo me podía dar alguna respuesta por el tiempo que perdí. Analicemos juntos. Todavía me queda por entender por qué tuve que darte tantas explicaciones acerca del disco Taki Ongoy de Víctor. Después me saltó la ficha de que los Huacas te importaban una mierda, de que la historia sólo la habías escrito vos, y que yo te aburría aclarándote el informe un poco. Y no me voy del tema musical. Nunca me perdonaste que te haga conocer Eiti-Leda. Te creíste Peperina por mucho tiempo pero resulta que no le llegabas ni a los talones, ni siquiera tomándote las infusiones. Pero siempre te encontré pálida, cuando mi nariz se resfriaba, vos te enojabas y no dabas ninguna señal.

Pero ahora, no te necesito como antes, ni un gramo. He refugiado mi alma en cosas más importantes que enrolar mi cabeza en tu porquería, porque ya no dependo de vos. Ya no te llamo, no te reclamo, no estoy pidiendo por vos. Las tardes que me has hecho feliz quedan en el olvido, y es un triste historial el que te rodea. Todo a tu paso era destruido, con cuántos cuerpos arrasaste, con cuántas cosas te quedaste.

martes, 1 de junio de 2010

Brinca de una vez, perro.




Hace un tiempo, mientras miraba el juego de viernes por televisión, recibí en mi residencia una carta un tanto misteriosa. La información que ella poseía era lo que a mí me había desvelado desde que los hechos acontecieron. Pasaron cuatro años desde aquella fatídica noche en la que se cometió el primer crimen y dos años desde que se ejecutó el segundo. Ambos se relacionaban y, como se especulaba, fueron cometidos por la misma persona. La prensa, en ese entonces, encontró un título para los dos casos: “El misterio de la rosa dorada”. Decidieron llamarla así ya que en ambos casos los cadáveres se encontraban bajo una rosa amarilla que disimulaba un eterno brillo. Luego de abrir casi toda mi correspondencia, la pude distinguir entre recibos de impuestos y otras facturas de servicios que tediosamente pagaba todos los meses. La esquela que revelaría todos mis temores y que sentenciaría mi destino ahora se encontraba delante de mí. Estaba seguro que en ella estaría mi boleto a la fama, mi reputación subiría en gran escala y mi rango de detective iba a rechinar cual facones en plena lucha de bandoleros. En el pecho del sobre se podía leer una breve oración: .Para Mr.Thompson, mi severa confesión. Arduamente, traté de buscar algún elemento cortante que me permitiera romper con las cadenas de ese sobre maldito y me llevara directamente al contenido de la postal, aquel que me transportaría, probablemente, a la cima del éxito. De todas maneras, no es una historia del todo feliz (al menos para las víctimas). Antes de detallar el contenido del sobre, desearía contarles a ustedes los hechos que desencadenan en esta bendita carta. Robert Pitt fue asesinado el dos de junio del año dos mil tres. Su cuerpo fue hallado a orillas del río M. sus ojos todavía estaban abiertos mirando al cielo. Encima de su cadáver reposaba una rosa amarilla. Su físico no presentaba huellas de ningún tipo, tampoco se registraron marcas en su cuerpo, de modo tal que se descartaba (al principio) un crimen. Lo único extraño fue que en su espalda descansaba una leve picadura, como un lunar apagado, pero muy pequeño, realmente insignificante. Luego de la autopsia, se llegó a la conclusión de que Pitt había sido envenenado y se abrieron las conjeturas hacia un presunto asesinato, aunque también se decía que pudo haberse quitado la vida en un intento de escapar de este mundo sumamente cruel. Poco se sabía en el pueblo acerca del muerto. Se rumoreaba que era hombre de negocios por sus constantes viajes, pero la verdad es que no hacía mucho que residía en Harold. Harold era una pequeña ciudad que se situaba a unos kilómetros de Londres, la gran capital inglesa. Su población rondaba por los veinte mil habitantes. En aquel momento, la policía intentó interrogar a todos los residentes de la localidad. Ninguno parecía estar ligado al crimen. Allí, en Harold, los días suelen ser muy fríos y las noches, tenebrosas. Al ver que su trabajo no ejercía resultado alguno y que las respuestas no aparecían, los federales decidieron recurrir a mis servicios. Después de algunos meses de transcurrido el hecho, me incorporé al caso (en realidad me adueñé del caso al observar que los policías no le daban mucha importancia). Investigando en los archivos de la alcaldía no pude encontrar registro alguno del muerto. Todo aquello debido al tiempo corto que llevaba el señor Pitt en el pueblo y la burocracia allí demora mucho más tiempo que otras cosas. Las autoridades se justificaban aludiendo que no habían tenido el tiempo suficiente para registrarlo de manera tal que se pueda obtener una vasta información. Removí cielo y tierra pero me fue imposible encontrar algún dato más allá del que poseía. No había pista posible que me lleve al asesino. En ese instante, yo me profesaba (debo admitirlo) sumamente confuso. La única conclusión que saqué fue la siguiente: el asesino sabía que Pitt no estaba registrado de forma completa en la ciudad y sería una víctima perfecta. Pero, ahora ¿por qué querrían matarlo? Solo por placer, no lo creo, pensé. Habían pasado dos años desde el asesinato de Pitt, y yo no había llegado a ninguna meta en el caso; cuando otro acontecimiento sacudió al pueblo. En mis narices asesinaban a una mujer en su casa, cerca de las cuatro de la mañana de un jueves veintiocho de junio del dos mil cinco. Otro cuerpo que yacía bajo la rosa amarilla, el caso era similar al de Pitt, salvo que esta vez, la señora poseía la marca insignificante que tenía Pitt en la espalda, sobre su pecho. Murió envenenada también. Otra vez, volvía a repetirse la historia. Aquella víctima tampoco figuraba en los archivos del municipio, por lo que, comencé a sospechar de las autoridades de la ciudad. Más tarde, gracias a unos documentos que encontré en la vivienda de la mujer, pude averiguar su identidad: Mary Jane Jones, treinta años, soltera, de nacionalidad inglesa. Dos casos extraños y muy pocas pistas. Otro punto misterioso es que ningún habitante de la ciudad poseía jardines con ese tipo de flores. Allí, el clima era muy hostil como para la siembra de plantas. Para conseguir aquellas rosas se debía, por lo menos, hacer un viaje de cincuenta kilómetros y adquirirlas en otra metrópoli. Los crímenes no habían sido esclarecidos y yo me sumergí en una terrible depresión, mientras ahogaba mis penas de bar en bar y consumía sexo rentado. Quisiera aclarar un dato importante que hubiese sido fundamental detectar a tiempo (en ese momento la información no me fue suministrada no sé por qué cuestión). Después del crimen de Mary Jane, dí con el dato de que la noche anterior al asesinato, la mujer había radicado la denuncia de que recibía amenazas anónimas. En ellas se anunciaba algo como ahora te toca a ti (según pude detectar después). Lo más relevante del asunto es que las cartas amenazantes solían estar acompañadas de un perfume extraño, poco común si se quiere. Al día siguiente el destino de la mujer ya era parte de su presente. Nunca pude sacarme de la cabeza aquellos casos sin resolver pero en ese minuto la carta estaba sobre mi mesa. Una mezcla de sensaciones corrían fuertemente por mi cuerpo. Alegría porque al fin iba a develar la identidad del asesino y tristeza por no haber podido resolverlos en su momento. Después de meditarlo por unos segundos, decidí abrir el sobre con un certero tijeretazo. La carta poseía un aroma primaveral, estaba acariciada por unas bellas letras que, deduje, por mi excelente percepción caligráfica, pertenecían a una dama. “Estimado Mr. Thompson: Me he enterado, gracias a la extensa cobertura de los diarios, que es usted quien me ha estado buscando durante todos estos años. Espero que comprenda que esto no es nada en contra suya ni de ningún habitante del bello Harold. Este acto es simplemente un hecho para la salvación de mi alma. Mi vida ha sido un calvario desde que he cometido los crímenes, mi conciencia me carcome día tras día, por eso es que hoy deslizo estas líneas sobre el papel virgen. Si usted alguna vez estuvo enamorado de manera alocada sabrá comprender la angustia y el malestar que se siente al verse traicionado, desde aquel día en que…., discúlpeme pero ni siquiera puedo escribir que fue lo que me llevó a tan drástica determinación. Sé que no era la manera de solucionar las cosas dándole muerte a los traidores pero fui trasladada por impulsos y emociones extremadamente violentas. Tomaré coraje y trataré de ser lo más explicita posible en el relato de los hechos. Una noche, cuando regresé del trabajo, encontré a mi marido en mi cama con otra mujer. Los vi allí pero no entré a la habitación. En aquel instante, me fui por unas horas a caminar sola para regresar más tarde, en el horario que debía llegar (aquel día salí más temprano de lo habitual del trabajo). Después de reflexionar mucho, resolví que no le diría nada a él y seguiría con mi vida como si nada hubiese ocurrido. Lo único que me importaba era que mi matrimonio no se rompa. Así transcurrieron varios días. Me desgarraba por dentro cada vez que él llegaba en la madrugada tarde porque se quedaba con ella y yo lo sabía. De cualquier forma, él seguía a mi lado. En unos de esos falsos días de convivencia, mi marido me dijo que se iba de casa; que se marchaba. Que desde siempre supo que yo sabía todo y ya era hora de hacer las valijas e irse con la mujer que él amaba. Sentí que mi corazón explotaba y una hemorragia me contaminaba interiormente. No pude vociferar ninguna palabra cuando se fue. Durante semanas los estuve siguiendo a todos los lugares que ellos frecuentaban. Ellos no podían verme. Yo me había convertido en su sombra. En uno de los tantos paseos, descubrí que él le compraba flores amarillas que le traía de sus viajes a Londres. Él solía viajar una vez al mes por negocios a la Capital y allí conseguía las flores. Nosotros estuvimos viviendo de ciudad en ciudad, hasta que nos radicamos en Liverpool donde vivo actualmente. Ellos se fueron para Harold. Me irrité mucho también porque a mí nunca me regaló flores, ni siquiera para nuestro aniversario. No soporté más la situación de verlos tan felices. Un día, entonces, observé que salió solo de su casa. Lo seguí en mi auto. Lo miré como bajaba del auto a orillas del río M. y esperé una o, tal vez, dos horas. Bajé del coche con una flor amarilla que yo misma había envenenado en su punta. Sin más lo sorprendí por la espalda. Se la clavé allí mismo. Lo único que le dije fue que lo seguía amando como el primer día. Sabía que iba a ser difícil encontrarme, ya que en la ciudad se tardan años en registrar datos de los recientes ciudadanos. Dos años más tarde, culminé mi venganza aniquilando a Mary Jane, de la misma forma que lo maté a él pero mirándola a la cara. Nadie pudo averiguar nada de mí, me he librado de todos, solo faltaba mi alma y mi conciencia. He aquí la liberación de mi alma con esta severa confesión. Esta es la verdad. Vivo en la calle 42. Puerta D. Liverpool City. Estoy en sus manos. Rose Pitt.
Me dirigí hacia la chimenea de mi casa y arrojé la carta al fuego. Levanté la botella de whisky y volqué un poco dentro del vaso con hielo. Encendí mi pipa y decidí, entonces, seguir mirando la televisión. La soledad es mi única compañera desde que mi mujer se fue con otro hombre.

lunes, 3 de mayo de 2010

Ojos de papel (Final Chapter)



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Fuimos a un bar cercano. Pedí dos cafés. Sus ojos grises verdosos me recordaban a alguien, su tes blanca también, y la mirada triste me guiaba más aún hacia algún conocido. Me sorprendió la similitud con que los dos le pusimos azúcar al café.


-hace muchos años, me dijo, era el hombre más feliz de la tierra. Tenía un buen trabajo, un lindo departamento, mi juventud acrecentaba día a día, mi pasión por los libros se agrandaba cada vez más, y solía ser un gran fanático de la música. Recuerdo que me apasionaba comprarme discos de todas las bandas que me gustaban, hasta los imitaba cuando solía quedarme solo. Llevaba una vida tranquila, con excesos de poco tipo, pero despejada. Me cagaba de risa de todo.


- se lo nota un poco solo en este momento


-sí, es verdad. Todo eso ya es pasado. Me deje morir en vida, me sometí al peor de los entierros. Lo dejé todo cuando la mujer que amé mucho me dejó cuando menos lo esperaba, y me dejé morir. Y ahora soy esto, la muerte.


- me pasa algo parecido


-yo creo que lo mismo.


- ¿Y usted que sabe?, lo increpé


- sé todo de tu vida, de tus sueños, de tus amores, de tus dolores, de tus pensamientos, de tus maldades, de tus bondades, de todo lo que te pasa, sé todo.


Como puede ser, pensé, si este viejo de mierda no me conoce.


- ¿no me reconocés? Me dijo


- No


- Mirate bien


En ese momento el viejo desapareció. Se fue así nomás. Como la muerte misma.


Un choque brutal se produjo entre dos coches en la esquina del bar, justo cuando terminaba mi café. Salí a la calle y vi el desastre. Vi los cuerpos que se empezaban a quemar. Vi como se apagaban la vida de esas personas, creo que eran los dos conductores y en seguida apague el cigarro sobre el cenicero en mi cama, estaba ahí en mi casa, de donde nunca me había ido. Me escapé hacia fuera y corrí muchos metros.


Pase por todos lados, abrace a mis padres, a mis amigos, a todos a la distancia.


Seguí, me asusté y volví a entrar en mi casa, agarré una bolsa negra y escondí el arma que iba a gatillar hace unos momentos atrás, me di por aludido a la vida, me la jugué al destino. Me arrodillé y le pedí a mis difuntos que me perdonen pero que iba a aguantar un poco más, que la verdad pasa por otro lado, que hay muchas cosas en el mundo que me falta descubrir, que ahora amo la vida, que puedo volver a enamorar a otras huéspedes, que no todo se va cuando alguien se va, cuando te dejan sino que uno en la adversidad se hace fuerte y le escapa a la soledad maldita. Así volví a nacer, otra vez me veo saliendo de la placenta de mi mamá, otra vez corto el cordón, barajo las cartas y doy de nuevo. Estoy feliz porque respiro, porque camino, porque simplemente amo, entendés ahora todo lo que te conté.


Los caracoles vienen hacia nosotros sin huir de sus casas, no es increíble ese pasito almidonado, acá nosotros dos en las arenas de la costa tratando de buscarle explicación a la vida. Ahora estamos juntos los dos, escribiendo sobre la sílice, viendo la naturaleza, veo dentro tuyo tu esencia y todo lo que sos. Algunas partes se te han perdido en el camino, chocan en el aire las partículas de un inminente deseo entre ambos pero hay algo que nos impide luchar en esta relación , ya sabemos de caminos difíciles, pero hemos tratado de caminarlos juntos, y en tu mirada se escapa algo de timidez y vergüenza, de todas formas te animaste a balancearte a mi favor y dejaste tu pasado atrás como yo dejé el mío, aunque preferí contártelo y no callar más, así uno va aprendiendo de la vida, y asume que hay que vivirla y ser más que la tristeza que nos puede invadir en algunos momentos. No estoy seguro si esto va a durar pero me la juego otra vez, y si pierdo no va ser como aquella vez sino más bien relajado porque uno se va conociendo y trata de no caer en los mismos errores, pero a veces el corazón es medio pavo, lo llaman el bobo ¿ o no?


-


- acercá tu mano hacia la mía


- primero besame


- sabés que te quiero


- yo también





Pusimos nuestras manos juntas, nos acostamos para mirar una película vieja de un director francés, nos miramos cómplices sabiendo que cada uno había vivido bastante en nuestras cortas vidas, pero las risas que dejamos salir nos decían que eso fue por algo, que nuestras relaciones anteriores fueron lindas, pero fueron, ahora somos nosotros dos y alguien más quién asomará por el ombligo de mi mujer dentro de algunos meses. La vida es asombrosa, es corta pero a la vez se hacen tantas cosas que a uno lo dejan pensando. El otro día se me apareció Borges en un sueño vestido de gala, me extendió su mano y me regaló un libro de mi autoría. Se llamaba La vie en rose, y ahí nomás me cague de la risa. Todo es por algo, sirven las buenas y las malas.





Así mis memorias pueden quedar concluidas por el instante, dejo la lapicera y el borrador en la tranquila arena del suelo donde me había arrojado hace unos días para terminar de escribir parte de mi vida que todavía está incompleta pero plena. Tanto camino recorrido por tantos lugares que se me hace imposible recordar todo, por el momento queda de esta manera, quizás más adelante continúe, ahora estoy viejo, mis nietos juegan alrededor con la misma pelota de hace algunos años, mi mujer cocina para mis hijos que hoy vinieron a cenar, yo sigo recordando un poco el pasado pero con una leve sonrisa cómplice que se me escapa de mi rostro, un sol brilloso cubre un nuevo amanecer, las fronteras se acercan a saludarme y se vuelven gloriosas al abrazarme, vuelven a mi los recuerdos, la Maga, Lu, aquel viejo del café, Malala….

lunes, 26 de abril de 2010

Ojos de papel (Chapter Three)



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Nadie muere por amor sino que nos morimos porque ese amor nunca llegó, la taza de suicidios es muy grande, el que fallece por ese sentir distante se mata pegándose un tiro en el núcleo del cuerpo, allí la bala penetra por el pecho y termina de destruir el músculo que bombea lentamente, que ya estaba herido porque las secuelas no cerraban, es como una especie de eutanasia a los sentimientos, el que no soporta el dolor de vivir con las heridas en el alma opta por hacer explotar lo que mantiene viva las esferas del romántico. No hay mecanismos de defensa para semejante ataque, aunque suministrando algunas dosis de cariño momentáneo se puede sanar transitoriamente, pero tarde o temprano muere.


- ¿te imaginás casándote conmigo?


- ¿Ahora?


- No, más adelante


- Pensemos en el presente


- Ya sé, pero para jugar un poco


- No tengo ganas de jugar


El otro día me encontré con un antiguo libro en la biblioteca de un amigo. ¿Será cierto que se vuelve insoportable la levedad del ser? Puedes ser que sí. Me gustaría poder analizar las situaciones con más frialdad. Tendré que encontrar cierto equilibrio entre la cabeza y el corazón. Las cosas suceden así.


Apoyando los codos sobre la baranda del puente en el parque viejo, en Mercedes, me veo con vos en la otra punta, cuando vinimos por primera vez, entre mates amargos, como a vos te gustaban, yo dejaba que mis ojos se cerraran para imaginarme que de tu boca salían palabras armoniosas, que me decías cuanto me amabas. Recuerdo que te gustaba mi manera de hablar rápido y sin pausa, y yo era feliz porque te morías de la risa y te delatabas ante mí, recuerdo que la pasabas bien por aquella época, que me hiciste salir en bicicleta después de mucho tiempo. Que volvíamos a mi casa y yo era el que cocinaba, y que vos lavabas mientras yo te miraba y te besaba y vos cerrabas los ojos y me hacías un ademán de felicidad también, hasta ese momento parecía todo muy bien, súper abrigados de amor y todo muy dulce. Y después te cansabas, te cansabas de estar cansada y agotada, de no tener tiempo para pensar y ahí la ligué yo, que venía desde lejos, asomando un poquito cada vez más. Me hacés acordar a la Maga. En ese momento te puse el nombre de Ninfa, que te encantó pero yo me gusté más en ese tiempo porque había llegado a gustarte. Ahora no me acuerdo a qué vine al parque ni por qué. En las primeras noches nos escondíamos del mundo, escuchábamos no sé cuantas veces un tema porque me gustaba la letra y te la dedicaba como si yo fuese el autor del mismo, a la vez que discutíamos si esto era real o no, y cuando te fuiste a Europa te imaginé como la misma Maga, nos mandábamos mensajes ocultos muy lindos y suaves, en tiempos en que era posible soñar un poquito. Nos dimos miles de vueltas en auto para pasar el rato como dos alocados que se reían del afuera y dibujábamos cosas en el aire con los dedos.


Mi cerebro se estremece pensando en cómo salir de este amanecer pesimista, pero no quiero cavilar, es siempre lo mismo, no estoy dispuesto a eso, solo quiero sentir porque así se vive y esto es corto, nunca vamos a disfrutar lo que nos toca. Y ahora el momento, aquí en mi casa, escribiendo o haciendo el amor, da igual, mientras que a mí se me cae el pelo, a ti ni se te mueve, entonces se vuelve todo cada vez más tirano, y eso no lo puedo llevar en andas. Tus amistades se me revuelven en lo más íntimo y sin más me separás de tu lado con tu delicada actitud, no puedo reprocharte nada porque mi voz se apacigua ante tu maldita mirada. Esta historia se tiene que escribir de a dos sino faltaría una parte y le restaría verosimilitud a los hechos.


Casi con asombro vuelvo a leer mis cuentos, es como si las acciones se volvieran a repetir entre uno y otro, y no es por falta de imaginación sino porque no vivo lo suficiente, no acelero las cosas al mango para remover la tierra, todo se vuelve tieso, denso y oscuro. Fallaste otra vez, loco. Las revoluciones se hacen moviéndose, lanzándose hacia lo desconocido, con alguna estrategia en la mano pero sobre todo con una carga de romanticismo en el andar, que los salvajes divaguen por tu mundo, que los locos se cuerden, que juntemos nuestros cuerpos, nuestros aromas explotados al máximo choquen y se confundan dentro de un mar galáctico, que nos bebamos todo el licor del mundo. Haceme lírico ante tu gente y descubrime un poco más.


Malala llama a la puerta, quizás el tiempo me dé la razón. Tomando un té me siento a divulgar un poco más entre mis sueños, no sé si atender a Malala o dejar que se vaya; ella comprendería mi situación pero no estoy para largarme en llanto. Malala se fue y a mí me vienen las ganas de hablar con alguien. Me voy al baño a ceder en reflexión. Mañana me tengo que levantar muy temprano y me aqueja un dolor terrible de cabeza. Creo que nuestra historia terminó hace rato.


Pongo un poco de música en el aire mientras dejo que la ciudad se calme y se acueste bajo la luna de una noche más oscura de lo común. A través de un vidrio empañado por la niebla dejo que mis ojos espíen, un poco por curiosidad y otro poco porque sí, las vidas de las personas que viven frente a mi edificio. Tímidamente emito un soplido para calentar la ventana, dejo la mirada clavada en los ladrillos de la tormentosa casa que está en la esquina, detengo mis ojos allí para poder pensar en otra cosa. Pienso en Lu, no sé si ella sabe lo que siento, por momentos el dolor parece un poco menos intenso pero nunca deja de estar allí, muy dentro de mí, a esta altura mi mente habla: imborrables tardes felices me encuentran ahora, se me vienen tus dichos al oído, tu sonrisa, tus calorías, todos tus. Me apoyo sobre la cama, me armo un cigarro, lo fumo. Sigo frente a la ventana y me veo, cierro los ojos y me observo en un bosque oscuro. Camino lento, volteo la cabeza porque tengo la sensación de que alguien me persigue, puedo escuchar su respiración muy cerca, demasiado cerca. Salgo del boscaje, todo se vuelve un paraíso. A lo lejos puedo identificar la figura de un hombre que le da de comer a unas palomas, cerca hay un banco de plaza y voy a acurrucarme en aquel lugar, más cerca del hombre. De repente se da vuelta y me mira, le hago un ademán con dulzura para que se acerque y se siente junto a mí, en el mismo banco. Nos miramos y nos dimos cuenta que nos conocíamos de algún lugar. Saqué de mi bolsillo un paquete de cigarrillos Gitanes y le convidé. Aceptó gustoso.


-¿cómo se llama?, le pregunté.


-hace rato que olvidé mi nombre.


Debo reconocer que eso fue la primera duda que me generó ese viejo.


-lo invito a tomar un café


-bueno., me dijo

martes, 20 de abril de 2010

Ojos de papel ( Chapter Two)



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Parecía una carta de despedida, alguien que optó por vender su alma al cielo, esto hizo que mi cabeza comience a enrularse un poco, formas fantasmagóricas me comenzaron a acechar y me fijé algún rostro en mi imaginación.


Ahora los peces de colores extraños juegan frente a mí, simulan que se divierten en un país de maravillas ocultas; dentro de su mundo parecen que se aman, sin embargo, dejan observar una leve tristeza en sus ojitos amarillos pequeños.


Otro sueño hermoso aquel donde caminábamos por la calle tomándonos de las manitos y maquinándonos un poco mientras leíamos alguna tragedia amorosa. Fijate en los ojos de aquel niño. No parecen grises sino más bien de color cielo opaco, como sugiriendo alguna travesura. ¿Y si nos volviésemos pequeños otra vez? Que preciso sería decirte cuanto te quiero, aquí nosotros jugamos a ser distintos a todos, a todos los demás que nos miran con envidia.


- ¿te gustaría ser perro?


- No sé, ¿a vos?


- Si supiese que no sufren por amor, seguramente que sí


- Ah, creo que a mi no.


No siempre se puede finalizar un diálogo de la manera que uno quisiera, quizás esos son trechos crueles en la relación de una pareja. Nos anhelamos uno al otro pero no nos queremos con igual similitud. Cómo dejar de ser amable, de ser uno mismo para poder ser más racional con el andar amoroso, me parece casi imposible realizar tan ardua tarea: pero es eso lo que tú me pides, creo que sería muy difícil hacer que me ames. Salimos a bicicletear millones de veces, por miles de lugares, hasta los más recónditos y en ninguno de ellos me has dicho si me quieres pero mi amor es tan predecible que no te sirve ni un gramo, me gusta levitar y sentirme en otro espacio; otro planeta, flotar en tu orgasmo hasta cansarme en sudor y al fin sujetarnos del placer.


- ¿me abrazas un poco?


- Sí, por qué no


- Pero si lo sentís sino no


- No te pongas insistente


- No es que insista pero quiero que me quieras.


- No puedo obligarme a quererte, me sale así, ¿no lo ves acaso?


- OK.


Los revés de la vida suelen ser muy amargos, así uno se vuelve terco, paranoico y deja que la razón supere a los sentimientos; y es aquí donde fallamos. Nos dejamos superar por el género, nos volvemos indiferentes, nos sentimos inferiores, nos revelamos incoherentes y todo se va a la mierda. Cómo se hace para construir un mundo amoroso sin que existan las heridas más salvajes. No hay una medicina estable para cicatrizar al corazón viejo y cansado de un escritor de prosas cotidianas. El otro día me dejé abrazar por el sol cuando me puse a pensar en la existencia del hombre. ¿Existe un Dios que se apiade de todas las almas en soledad?, si fuese así la tristeza sería en vano. Te invitaría al cine de la vida pero te la pasarías preguntando acerca de todo y la verdad es que no tengo las respuestas a todas tus inquietudes. No me motiva tu interés por dejarme tranquilo. No ves que no estoy celoso, es solamente un destello de amor, si te pregunto es para demostrarte cuanto te quiero, aunque tuviésemos los ojos del mismo color veríamos las cosas diferentes, como las observamos hasta ahora.


- estás muy linda hoy


- gracias


- muy linda


- muchas gracias.


Salgo a caminar solitario porque el afuera me acaba de llamar con un grito de diluvio. Mojado entre los trigos me pongo a pensar que sería de nosotros si Perón hubiera vivido 120 años o si Cortázar y el Che hubiesen escrito un cuento de amor juntos para alguna mujer desconocida, hoy Lu me amaría y yo estuviese mucho más suelto en actitudes que en palabras. Sigo empapado por las gotas pequeñas que caen desde un cielo horrible pero muy romántico. Voy levantándome, el clima se ha puesto algo tenebroso y me puse un poco incómodo. Deseaba escribirte algo pero la densidad del temporal envenenó mi pluma y no quiero hacerlo con bronca. Pasa el tiempo, pasan las llamadas, pasan las carcajadas, las bocanadas de humo; y sigue el amor distante. No hay fruto de esta siembra, vieja armonía de una música repetida, se vuelven a mí los momentos más hermosos, las conjuras de un pecho inflado por la traición y el engaño, pero dónde te puedo encontrar, dónde puedo enseñarte a creer en el amor, en desventajas y defectos de una vida conyugal que nunca llegará. Tus latidos se escuchan fuertes, se oyen más que tu voz consumida por una gran gripe de mezquindad. No me dejes ahorrar en pedidos, no comiences a psicopatear al corazón, dejalo jugar, que se vuelva vulnerable por la experiencia.

domingo, 18 de abril de 2010

Ojos de papel ( Chapter One)


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La esperanza de una felicidad eterna en otro mundo lleva consigo un placer y un dolor constante. Es una antagonía peculiar pero es así. Los seres humanos son extraños, somos extraños. No sé en qué momento me puse a pensar en aquellos versos de Alejandra, en su vida, en sus sueños, en el correr de la poeta alocada en rimas y prosas; tal vez me sienta un poco solo por el momento. Me pongo a mirar los alrededores del edificio y lo encuentro vacío en demasía, sin querer me reflejo en la mirada de aquellos que no están, me vuelvo sumamente paranoico por la situación y comienzo por perder el cabello de forma abundante y repentina. Quisiera poder encontrarte cuando salgo a caminar por las calles de la Capital, toda la gente indiferente no registra el dolor pesado que llevo dentro de mi pecho, a veces paro unos minutos en alguna esquina para ver como se desangran mis pulmones, un gran charco de sangre azul me rodea lentamente pero nadie suplica por mi ayuda. Los inmuebles toman formas extrañas, me siento en un cordón y a la mente me vienen recuerdos imborrables de un pasado no muy distante. Detenerme en aquellas situaciones me pone demasiado mal, me vuelvo rencoroso como un cuchillo gauchesco en plena guerra mesopotámica, los libros dentro de mi bolso parecen expresar aún más este agujero interior, revolviendo en lo más oscuro de mi alma. De repente, mi figura se torna un poco más filosa, me doy cuenta que mi mirada se convierte en un mar rojizo de bronca, siento convulsiones y me desmayo en un parque seco de árboles.

Cacheteando un poco al destino vuelvo a recobrar la torpeza aunque no dejo de perder mi desvelo y mi insomnio cada vez es más pesado. Mi cabeza es pura anarquía simulando creer que está todo para el carajo cuando en realidad ni siquiera pensé en matarme (¿o sí?), todo el mundo se queja de la modernidad, algunos retrógrados vuelven a pensar en un mundo de piedras, dicen que el amor no existe, que murió desolado en algún rincón de Venecia, que son todas patrañas las líneas de los que escribieron poesías, que Romeo y Julieta era una banda de rock y no se que más sarta de estupideces. Pero yo no veo la vida de ese modo, quiero rescatar todo lo que acontece en ella y me vuelvo extrañamente vulnerable a todos los momentos. Golpeando un poco la suerte siento como las cosas empiezan a funcionar bien, la belleza de Lu me convierte en un caballero de honor, me siento cómodo para invocar a la lluvia de manera despojada, pero se me caen las lágrimas de la sudadera de los ojos y me convierto en cisne mientras de atrás alguien me mira el culo pajarero, me revelo ante el sistema, ante las personas, me junto con amigos, me visto y me desvisto al mismo tiempo, nada me conforma, el humo del cigarro se va metiendo en mis entrañas hasta devolverme el abrigo de una tos convulsa, todo se corre hacia un costado para poder abrir paso a este demente escritor que no hace otra cosa que pensar en los problemas que trae el estar enamorado.



- ¿no me das un mate?

- Si

- ¿Un biscocho?

- Bueno

- ¿me amás?

- No sé, ¿vos a mí?

- Si, mucho

- Ah

- ……

- Tomá el mate que se enfría

- Bueno





Qué pasa con el viento que hoy corre para el otro lado, eso hace la lluvia, envolviendo todos los sentimientos de las personas que sufren por algo, así el tiempo se vuelve muy esquizofrénico, nada de eso corresponde al calentamiento global sino que la atmósfera capta todo lo que pensamos y lo convierte en un remolino un poco pesado, pero no te asustes por que por momentos se olvida de todo y el sol vuelve a brillar. Te quiero pedir que esta noche nos hagamos aire, que nos movamos de acuerdo a la dirección en que sopla ese andar furioso del ventilete loco, que las cosas sigan siendo cosas pero que nosotros nos disfracemos de altares luminosos y dejemos correr la sangre por nuestras venas solo si quisiéramos estar los dos solitarios, como pájaros estúpidos que chocan en su vuelo emergente, como si estuviéramos escapando de no se qué. Volvete en tu mirada y decime todo lo que pensás y lo que no. Mirame con ganas, que no haya mirar sin ver, una plegaria más a todas las que te he dicho pero no te me vuelvas en contra.

Caminando otra vez, un papel en el piso quiso que yo lo levante y lo saque de su amarga soledad ambigua, el texto estaba un tanto gastado pero recitaba algo así:



El azul del cielo parece extraño en este vasto invierno. En esta época se me planta la extraña semblanza de quedarme horas y horas solo en mi cuarto. No digo del todo la verdad, la realidad es que me siento acompañado, me encantaría enumerar aquellas formas que me acompañan: mis libros, mis discos, mis fotos, mis cuentos, mis inquietudes y mis verdades. Ahora veo las cosas desde otro lugar. Antes abusaba de las sobremesas extensas, de los parientes que recordaban sus encuentros con falsos pregones, allí los padres son madres y las madres, padres y los padres son sacerdotes, casi, diría yo un lugar platónico. Es ideal como cliché pero no para mí.











Algo muy raro pasa, como si la fotosíntesis no fuera eso y fuese otra berreada. El sistema es así, resentido a sus ideales, plegado de paludismos y llantos, de pobreza y humanos tras el consumo, la rebeldía pasa por no estudiar y no es así todo, no.

Recuerdo cuando me gustaba salir a pasear con mi perro para llamar la atención de las chicas del barrio: Lisa, Belén, Cielo…. Que puta que era Cielo, pero a mi nunca me dio pelota, una loca de mer.

Miro hacia el horizonte y se me viene a la mente la imagen de Nicodemo: aquel viejo ciego que me regalaba monedas para los caramelos y yo las gastaba en no sé que porquería. Murió muy solo el pobre. Bah, tenía un par de gatos y libros rotos.

Vuelvo a mirar el room, están conmigo Poe, Borges, Miguel, John, Federico, Gustavo…… y respiro tiernamente. Hay veces que se me planta no dormir, el soplo inconstante de mi pecho me hace saber que me tengo que tratar. Vivir, morir, nacer otra vez. Lamento muchas cosas, otras no. Los animales, pobres, ni saben por qué los matamos, que los comemos y los vomitamos sin ningún estribo, y todo para morir.

Seguramente no estarán todos de acuerdo con lo que pienso pero es más fácil así, no quiero recordar a las personas ahora, porque no quiero que me lloren después sino que crezcan amigos, leales y fieles. El pasado no existe; esto ya es pasado, ya fue.

Y ahora me toca irme, no sé si los volveré a ver, ya llego, unos pasos más y llego. Donde iré no lo sé, no me miren más. Quince pisos más abajo y todo terminará.