lunes, 8 de marzo de 2010

La melosía de un fastidioso




Otra noche que me vuelve a fastidiar. La puta cabeza no me deja de girar, mientras miro una foto de Lucía en silencio. Todavía huele a sexo de viernes en el ambiente, mis discos enrolados en cualquier forma me desespera, no recuerdo lo que hice ayer a la noche. Parece que estuve durmiendo un tiempo largo, toda la pilcha está en el suelo, el teléfono descolgado, la heladera abierta. Ayer me fumé un millón de puchos, hoy ya me esperan miles de bocanadas más. Puta, si de verás que te extraño un montón. Pido que se me agranden los cojones para decirte todo en la cara. Que me revientan una bocha de cosas que hacés y que no hacés. ¿Dónde carajos dejé la guitarra? A lo lejos suena algo, es un tema de Calamaro del año 85, cuando hacía buenos discos realmente, todavía estaba muy abuelístico. Me sangran las manos, el baño está todo mojado. Estoy solo en mi casa. Basta ver mi cara de dormido para saber en la situación en la que me encuentro. Salgo, sofocado por el aire, de mi departamento buscando no se qué. Al llegar a la esquina me encuentro con Héctor. Héctor es un loco que vive en el hospital y se escapa de a ratos a tomar un poco de sol a la plaza de la esquina. A veces, cuando ando suelto de tiempo me quedo charlando con él. Al loco se le da por vestirse con un camisón a colores de mujer. Abajo del sobaco tiene los pelos más grandes que he visto en mi vida. La verdad es que no es muy agradable a la vista pero es muy gracioso cuando habla y cuenta historias. Algunas perecen ser ciertas, otras no. Pero yo le sigo la corriente. Héctor me cuenta de todas las minas que se volteó en su juventud; que ahora se viste así para rendirle culto a la concha, como para estar más cerca. -Hace años que no la pongo ni en un tarro de mayonesa, pero de pibe me cogía a todas. Mirá que cuando te digo a todas es a todas. Yo lo miraba y me le cagaba de risa, pero no de él sino de las paparruchadas que me contaba. Además, se le caía la baba, literalmente amigos. Esa tarde estábamos sentados en un banco de la plaza charlando. -Mirá aquella minardi, como mueve el culo la guacha. Yo te digo que todavía se me para bien eh. Nunca tomé ni un viagrita. Lo que pasa es que se me para al pedo, me mato a pajones porque minas ni por putas. Hay una enfermera que tiene los pechos más grandes que los de la “Coca” Sarli, yo me hago el descompuesto y me viene a atender. Sabés como se me escapan los ratones de la jaula. Héctor se vive riendo. El sonido que hace es parecido al del motor de un Citroen de los viejos. Parece ser feliz en su mundo. Con sus historias, sus delirios, sus falsas descomposturas, con todo aquello que vive en el día. Después de una hora decido seguir caminando. Me despido del loco y me voy sin rumbo. Ya es de tardecita, casi de noche, las estrellas y la luna quieren asomar el bocho por encima del cielo. Creo que desde allá arriba me miran las personas que uno ha querido y que ahora ya no están. Me detengo un rato frente a un negocio donde venden calzones. Pienso que necesito algunos más pero ando medio corto de guita. Prefiero gastar el cobre en algunos libros que he querido leer desde hace un tiempo. Sigo, voy a la librería. Allá me encuentro con Andrés. Labura allí, en el Bondi de libros. Además de vender libros, él es un gran poeta y cuentista. Siempre que voy a ver libros me da una buena recomendación a seguir, nos quedamos hablando largo rato de literatura, de música, de algún bardo cercano. Siempre que llego a la librería me olvido del libro que tenía en la mente, lo mismo cada vez. Ya parezco un pelotudo. Oficialmente me recibí de pelotudo hace un tiempo cuando en el mismo día compré unos discos y unos libros que ya tenía. Al reverendo pedo pero igual los deje como colección. Si hubiera una religión de pelotudos yo sería el Sumo Pontífice. Después de parlar con Andrés un buen rato, me volví para mi casa. Otra vez me olvidé del libro y me fui con las manos vacías. Compré unos puchos en el kiosco y me senté en el cordón de la vereda a meditar un toque. Creyendo que los reventados no tienen opción, pensé que ya no tenía más ganas de conquistar a la mujer que amo. Fue una reflexión de un segundo hasta que sonó mi celular y escuché su voz. Tan dulce, tan linda, tan gorda. -Hoy como en tu casa y dormimos juntos, ¿querés? - Obvio Si que quiero, si te amo tanto, si te deseo, como no voy a querer, escapate conmigo, yo soy el mejor. Eso se lo podría haber dicho pero no. Soy un recontra cagón hijo de puta. Así llegué a mi departamento, acompañado por un fuerte ataque de asma que se me fue cuando me di una dosis de Salbutral. Mi querido remedio, que haría sin vos. Hoy tenía un asado con los amigos pero cancelé. Decidí jugarle un póker al amor y compartir una cena linda con mi ninfa, con mi musa más reclamada. Y ahora llegamos al final. Comimos rico y nos besamos mucho. Espero complacer los deseos más profundos que nos unen cada vez más. Mañana seguro que me lo cruzo a Héctor. Probablemente, una sonrisa me arranca. -

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