Me ha costado mucho levantarme
hoy. El fin de semana ha sido furioso. Mi cuerpo pide un descanso a los vicios.
Despacio, trato de prepararme para abrir mis ojos. Me duele la cabeza. Me
siento lunes definitivamente. Vuelvo a pensar en ella. Hace algunos meses que
ya no estamos juntos pero de vez en cuando me asoman las ganas de llamarla.
Quizás por eso me duela un poco el bocho también. Tengo la mente cansada de
tanto pensar. Recuerdo los días en que nos juntaba el sexo pero en este momento
necesito amor. All you need is love ¿o no?
Voy al baño y es un despelote.
Esta semana no vino la señora que ordena en casa y yo soy un total inepto en
cuestiones de limpieza hogareña. Me la rebusco con la escoba pero para lo demás
soy un magnifico desastre. Dejé la ropa tirada, es un quilombo entero. Ni Julio
César en Roma hizo tanto despiole. Pero ya se arreglará. Hoy la llamo a Mary,
que se deje de joder y venga a limpiar mi casa. Que me ayude, por Dios.
Me baño, me seco, me cambio. Otro
día laboral va a empezar. Luis Alberto ya no está entre nosotros, me invade la
tristeza. Subo al auto, espero un poco porque hace un frío de puta madre y el
auto está helado. Sí. Porque así están los días, de calor, de frío, de calor, y
yo con mi asma. Enciendo el stereo, suena un tema de Joy Division que me saca
una sonrisa en este paranoico día. Mirando el retrovisor me doy cuenta que mis
dientes chillan. Mis manos sudan en el volante. Bajo una nube se está
escribiendo una melodía que penetra de lleno en mi imaginación. No dejo de ser
yo, me siento inseguro, con ganas hambrientas de seguir viviendo. Llego al
laburo con cara de pocos amigos. Como siempre saludo uno por uno a los que están
en la oficina. Un total de diez.
Pienso en las próximas ocho horas
con la rutina del laburo administrativo, trato de calmar mi ansiedad con unos
mates dulces. Voy calmándome de a poco.
Pasa el tiempo, solo pasa. Miro
el cielo, allá a lo lejos, a los que ya no están. Saludo, guiño y me sonrío.
Transpiro mucho, debo estar con fiebre. El lunes está pegando con todo. Pasa el
tiempo, otra vez. Me mudo hasta encontrarme con Artaud, no lo entiendo a veces.
Me irrita no comprenderlo por momentos, me duele, me lastima. Vuelo, pienso. A
Roma, a Roma. Mis deseos de anarquista y vuelvo. Entro en el laberinto del miedo
y no sé como salir. Me voy de la oficina. Cansado ya. Me acuesto en la cama
desordenada, desorbitada. No encuentro lo que busco. Dejó que Miles Davis haga
lo suyo en mi consola, de lejos se lo oye cálido. Mañana, supongo, será martes.
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